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Disrupciones en la educación superior

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  • Foto del escritorEnrique Batista J. Ph. D.

Acreditación obligatoria de alta calidad licenciaturas ¿y para programas de ingeniería?

Actualizado: 29 oct 2018



Bien ha destacado el Maestro Álvarez Gardeazábal en su Jodario titulado “La crisis de la ingeniería colombiana” (http://juanpaz.net/edicion-575/el-jodario-la-crisis-de-la-ingenieria-colombiana/) que no son pocas las grandes estructuras de ingeniería colombiana que se han derrumbado. Menciona bien los casos del complejo habitacional SPACE en Medellín, el estadio de Neiva, los apartamentos de la compañía Quiroz en Cartagena y el laureado a destiempo puente de Chirajara sobre la vía a Villavicencio.


Señala el Maestro Gardeazábal que algo pasa con la ingeniería en Colombia, que lleva a que muchos en el campo insistan en tomar medidas para impedir el progresivo deterioro de la imagen; no se conoce pronunciamiento de las Facultades de Ingeniería para analizar estos errores sucesivos de los que no se sabe si es asunto de la baja calidad de la formación en las universidades o pérdida de la ética. Deben, agrega, los ingenieros y las Facultades que los forman estudiar estas sucesivas fallas que han llevado a que se piense que la ingeniería colombiana es un peligro.


A lo anterior agrego al Ministerio de Educación Nacional el cual frente a eventos de significativa magnitud responde de momento, calma la crítica y preocupación ciudadana, emite alguna norma "correctiva", pone la responsabilidad en otros y evade la propia en el contexto de su propia maraña burocrática y desueta. Se distrae la momentánea preocupación ciudadana y continúa orondo sin esfuerzos reconocibles, sistemáticos y duraderos para el fomento efectivo de la calidad de la educación en todos los niveles, incluido el universitario.


Ante los bajos desempeños de nuestros estudiantes en las pruebas PISA, el Ministerio de Educación Nacional esquivó su clara responsabilidad frente a los resultados y se fue lanza en ristre contra maestros y Facultades de Educación. Como salida de su propia encrucijada fijó que todo programa universitario de formación de educadores debía tener en el lapso de dos años acreditación forzosa de alta calidad, contrariando la norma primigenia que bien señala que tal acreditación es una condición que, por decisión propia y de manera autónoma y voluntaria, toman las instituciones de educación superior con respecto a uno de los programas académicos que ofrece: técnico profesional, tecnológico, profesional, maestría o doctorado.


A raíz de los resultados en tales pruebas (que se centran en estudiantes 15 años y no en un grado escolar, ni en asignaturas escolares) la respuesta al calor del momento del gobierno fue incluir en la ley del Plan Nacional de Desarrollo la acreditación forzosa en dos años de todas las licenciaturas en educación. Eliminó, contrario a los desarrollos en el mundo la formación virtual o en línea y exageró la práctica bajo un criterio empirista y mecánico. La práctica debía realizarse en los mismos ambientes escolares que nos ha tenido sumidos en baja calidad. En el mismo corto período de tiempo, por magia del ente estatal, todos los maestros alcanzarían un determinado nivel de dominio del inglés en menos de dos años. En seis meses se satisfarían los altos criterios y exigencias para la acreditación de alta calidad (https://www.elespectador.com/opinion/en-defensa-de-las-licenciaturas-columna-691382). Como era de esperarse, la norma tuvo que ser cambiada.


Sin evidencias resultantes de una investigación bien fundada no se puede de entrada forzar la acreditación de alta calidad de los programas de ingeniería, ni blandir, como lo han hecho ya algunos, el código penal. Tampoco cabe las respuestas orondas y cuasi justificadoras de algunos dirigentes colombianos en el campo de las obras civiles. El presidente Ejecutivo de la Cámara Colombiana de Infraestructura, señaló a manera de soterrada o blanda justificación frente a la gravedad del hecho del puente de Chirajara que: “… son alrededor de 5.000 puentes y colapsó uno.” (http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-a-juan-martin-caicedo-sobre-caida-de-puente-en-via-al-llano-171860). Le recordamos que no sólo uno, hay al menos otros cinco puentes caídos en pocos años (http://caracol.com.co/radio/2018/01/16/nacional/1516141014_941066.html): En Bogotá el puente sobre la calle 106, el de Guayepo que comunicaría al San Jorge con La Mojana, el cercano al aeropuerto los Garzones en Montería, y el puente en el Valencia, Departamento de Córdoba. Entre muchas más se puede agregar las fallas estructurales a la derruida biblioteca España en Medellín. Por su parte, el presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros señaló, como si el asunto fuese de triunfo o derrota, que la caída del puente no es una derrota para la ingeniería colombiana pues, con argumento más que pueril y ofensivo ante la ciudadanía afirmó que: “en todos los países se han caído puentes. No hay un solo país en el que no se haya caído un puente. Pasó en Estados Unidos y nadie ha puesto en duda la ingeniería americana”. Pues, dejemos lo que pase allá de lado. En Colombia la tenemos que poner en duda, y recordar que en estos casos y muchos más ha habido muertos, con familias adoloridas que no toman como natural que un puente se caiga y mate trabajadores. No basta con decirle a los deudos, y al número grande de víctimas de la tragedia que “la ingeniería es una ciencia exacta, la exactitud de las cosas depende de los insumos” y que en “todos los países se han caído puentes.” (https://www.bluradio.com/nacion/en-todos-los-paises-se-han-caido-puentes-asociacion-colombiana-de-ingenieros-166373).

De modo diferente, con mayor muestra de objetividad frente a los dolorosos hechos, el ingeniero Alfredo Pineda, expresidente de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar, bien fundado y sólido analista de los proyectos de ingeniería que se contratan en el país, ha escrito en una de las redes sociales que “no se sabe si es la mala calidad de la enseñanza o la pérdida de la ética mínima de la profesión que permite usar materiales más baratos para garantizar mejores rendimientos. O si es la sinrazón que se apoderó de otras tantas profesiones donde basta con poder comprar la licencia gubernamental para construir.


Por alguna de esas u otras razones, señaló, deberían los ingenieros y las Facultades de Ingeniería defender el prestigio de la profesión. Agregó que hay un grupo de ingenieros estructuralistas que se dedican a "optimizar" diseños, lo cual consiste en abaratar las estructuras rebajándoles las cuantías del acero y la calidad del concreto, tal como se ha evidenciado en varios casos. Resalta el ingeniero Pineda que, con todas las herramientas tecnológicas, existentes, (modelos matemáticos, programas para diseñar estructuras, acueductos, alcantarillados, etc.), los ingenieros egresan de las universidades mejor preparados para enfrentar los retos que les impone la sociedad en materias de su competencia, pero se encuentran con una sociedad corrupta que los absorbe. Sugirió, además, implantar, la cátedra de ética profesional, obligatoria, con intensidad horaria suficiente, como un medio para mejorar la calidad del ejercicio profesional.


Cabe aquí la fuerza académica, tecnológica y científica que debe tener la Asociación de Facultades de ingeniería y del Consejo Profesional Nacional de Ingeniería y sus Profesiones Auxiliares, el cual tiene clara funciones asignadas por la ley que reglamentó el ejercicio de la profesión. No basta el tibio mensaje de esa Asociación invitando a o poner en duda la idoneidad de los ingenieros colombianos (http://www.acofi.edu.co/). Conviene sí, acoger planteamientos serios como los de la ingeniera civil Ángela María Castaño quien en columna reciente en El Reverbero de Juan Paz (http://juanpaz.net/edicion-575/35641/), exhibiendo su orgullo por la profesión, muestra no sólo su absoluta tristeza por el colapso de estructuras, sino que ve con mayor asombro el impacto negativo sobre tantos ingenieros colombianos con buena y larga trayectoria, por los errores que algunos tapan con tierra. Observa la falta de ética de los profesionales y la anuencia de los gremios. Hay, destaca, “un burdo y deplorable mercado de la ingeniería al filo del mercantilismo, jugando por dinero con los factores de seguridad y los honorarios de los verdaderos técnicos, vendiendo el alma y la hermosa profesión por dinero.” Algunos puentes, resalta, no se han caído gracias a que no se permitió corrupción, e invita a recordar la clase de ética de las seis de la mañana, que ya no existe y que por falta de ella han colapsado las estructuras y también el país.


Iluso pensar, la tentación de algunos para que con un decreto que fuerce la acreditación de alta calidad de los programas de ingeniería resuelva los recurrentes problemas de construcciones civiles en Colombia.


Si colapsa la ética, seguirán colapsando las construcciones y colapsará el país, con sufrimiento de las consecuencias por infinidad por parte de los buenos ingenieros, como de buenos maestros, que tiene el país.


Hay que enfrentar los hechos, clarificarlos e introducir las correcciones que sean necesarias. No puede el país seguir permitiendo que las caídas de construcciones, como ciertos errores médicos, se cubran con tierra. En este caso con hormigón armado, como pretenderían algunos, que en la frialdad de las tumbas de las víctimas de seguro no se derrumbarán, como no lo será el dolor de los sufridos deudos.

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